miércoles, 16 de marzo de 2011

2003


Mitch Albom

Los martes con Morrie (resumen)

Un viejo, un joven y la gran lección de la vida.

En Morrie comenzó a visitar médicos. Muchos médicos. Le hicieron pruebas y más pruebas, al final una de ellas sugerido un problema neurológico, Morrie lo ingresaron para someterse a una segunda tanda de tests. En uno de aquellos exámenes, tuvo que sentarse en una silla especial mientras lo escañeyaban con corriente eléctrica –era como una silla eléctrica- por tal de estudiar las respuestas neurológicas.

-Hemos de examinar esto con más atención- dijeron los doctores observando los resultados.

-Porqué preguntó Morrie- ¿De que se trata?

-No estamos seguros. Tus latidos son muy lentos.

-¿Los latidos eran lentos? ¿Qué significaba esto?

Finalmente, un día caluroso y húmedo de agosto del 1994, Morrie y su mujer, Charlotte, fueron al despacho del neurólogo que los hizo sentarse antes de comunicarles la noticia: Morrie padecía una Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una brutal e impecable enfermedad del sistema neurológico.

No se conocía ninguna curación.

-¿Cómo lo he cogido? –Preguntó Morrie-.

Nadie lo sabía.

-¿Es terminal?

Sí.

-Así pues, ¿me moriré?

Sí, con ella se morirá dijo el doctor. Lo siento mucho.

Charlotte pensó un millón de cosas: ¿Cuánto tiempo tenemos, por delante? ¿Cómo lo haremos? ¿Cómo pagaremos las facturas?

Mi viejo profesor, mientras tanto, estaba aturdido por la normalidad que mostraba el día a su entorno. ¿Qué no se pare, el mundo? ¿Qué a lo mejor no saben que me pasa?

Pero el mundo se paró, nadie tenia noticia de la enfermedad de Morrie. Al abrir con cautela la puerta del coche, sintió que se precipitaba por un agujero. ¿Y ahora qué? Pensó.

Al andar empezó a tropezar, de manera que tuvo que comprarse un bastón. Ya no podría andar con total libertad nunca más, también hacer sus piscinas regulares, encontrándose que ya no se podía vestir y desvestirse solo, Toni era quien le ayudaba a entrar y salir de la piscina y ponerse y quitarse la ropa de baño. En los vestidores, los otros nadadores se esforzaban para no mirar. Lo hacían de todas maneras. Fue el final de su privacidad.

La ELA es como una vela encendida: te consume los nervios y te deja el cuerpo hecho un montón de cera. Lo más normal es que te empiece por las piernas y vaya haciendo camino cuerpo arriba. Cuando pierdes el control de los músculos del muslo, ya no puedes mantenerte de pié. Cuando pierdes el control de los músculos del tronco, ya no puedes sentarte derecho. En fin, si sigues en vida respiras a través de un tubo conectado en un agujero en la gola. A estas alturas tu alma, perfectamente despierta, se encuentra encerrada dentro de un caparazón blando y solo eres capaz de pestañear o cloquear con la lengua, como un personaje de ciencia ficción, el hombre congelado dentro su propia carne. Desde el momento que se contrae la enfermedad, la cosa no se alarga más de cinco años.

¿He de fundirme y desaparecer o tengo que hacer lo mejor que pueda con el tiempo que me resta?, se preguntó el viejo profesor. No se dejaría fundir. No se sentiría avergonzado de morir.

Morrie tuvo una idea muy buena, hizo algunas llamadas. Escogió una fecha. Así, una tarde fría de domingo, un pequeño grupo de amigos y familiares se reunieron en su casa a por un <>. Todos y cada uno de ellos habló y homenajeo al “mío viejo profesor”. Unos cuantos lloraron. Unos cuantos rieron. Una mujer leyó un poema: Bien querido primo estimado… / Tu corazón siempre joven / mientras avanza el tiempo, capa sobre capa / eterna secoya…

Morrie lloró y rió con ellos. I todas las cosas que sentimos y nunca decimos a los que queremos, Morrie las dijo este día. Su <>fue un éxito arrollador.

Morrie no había muerto aun.

De hecho, la parte más insólita de su vida estaba aun por revelarse.

Estudiadme en mi lenta y paciente extinción. Observad que me pasa. Aprended conmigo.

Mitch Albom:

Morrie Schwartz, el viejo profesor, está muerto. Match, su antiguo alumno. Lo vio cada martes para escuchar sus consejos y aprender la lección, de la vida. Las últimas clases de Morrie enseñan a Match el valor de las palabras, la riqueza de las emociones, el placer de la ironía, la dignidad del hombre. Los Martes con Morrie es un relato emocionante y veredicto que ha cupido la conciencia de millones de lectores (cabeza de lista de los libros más vendidos en los Estados Unidos) y que explicado con sencillez y naturalidad una situación límite pero inevitable: la muerte.

Me encanta este libro. He dicho a todos mis amigos

“Tenéis que leer Los Martes con Morrie”

Match Albom tuvo la gran suerte de recibir un regalo precioso de su viejo profesor Morrie Schwartz y ahora nosotros tenemos el gran placer de asistir a la misma clase. Es una historia verídica que resplandece y que te calienta con una luz crepuscular.

Amy Tan, autora de El club de la Buena Estrella.

Mitch Albom: escribe para el Detroit Free Pres y ha estado votado como el mejor columnista esportivo diez veces por la Associated Press Esports Editors. Actualmente vive en Michigan con su mujer.

El destino hace sucumbir / un gran nombre d’espècies: / solo hay una que se amenace a ella misma. W.H. Auden

Cada noche cuando me voy a dormir, me muero. / Por la mañana, cuando despierto, nazco de nuevo Mahatma Gandhi

La Garriga 10 de mayo del 2003

Josep Rof i Rof

Josep comparte todas las sensaciones de este libro. “Fue leído por mí cuando tan solo llevo 730 días de elático” 730 días del diagnostico de la ELA esclerosis lateral amiotrófica.

Los martes con Morrie

Os lo recomiendo a todos, pasarlo a todos vuestros amigos Pásalo, Pásalo, Pásalo, Pásalo, Pásalo, Pásalo, Pásalo y Os lo recomiendo Pasarlo…

1 comentario:

Adilia Aires dijo...

aunque no lo he leído, creo que lo conozco por referencias...
( Los martes con mi viejo profesor?)
Sabes Josep, estoy perdiendo las ganas de leer...
De donde sacas tanta energía??
Un fuerte abrazo