miércoles, 5 de septiembre de 2018

vacaciones 2018

      Durante mis vacaciones en Llanars (en la Vall de Camprodon Girona) en el acogedor pueblo, en mi sills di grandes paseos, lo que encontré muy bonito y cuidado, las grandes extensiones de hierba verde y recortada en los parques El Toro o Mossen Lluís, daba gusto pasearse en ellos. Cada tarde nos llovió.

      También la riera de Feitús, es brozada en un largo trazado dejando ver el cauce, un lugar acogedor, donde leí parte del libro es mentado, al murmullo del agua al chocar con las piedras. Todo un placer. Visité La Roca, Sant Pau de Seguries y Camprodon.

       Vencí mis miedos de adaptación, lavabo, cama, mí andar cansino, venció los 74 cortos pasos por 4 veces al día, para acostarme y levantarme. Estoy contento de tal proeza. Apoyado con fuerza a mí andador (balcón) pasito a pasito, cansado muy cansado, vencí lo que más temía. 

      Le estoy agradecido a mí ELA que me tocó para vivir, que aun después de diez y siete años del diagnóstico, me permita hacer estas proezas, dentro de mis limitaciones. Josep 











UN ANDAR SOLITARIO ENTRE LA GENTE

Antonio Muñoz Molina 
(recomiendo su lectura)

Tú Decides lo que Quieres y Cuándo lo Quieres. Quiero vivir así, con esta ligereza, entre las caminatas y los libros, con el cuaderno y los lápices y la mochila al hombro, con mis botas fuertes y cómodas, que impulsan elásticamente mis talones y los músculos de las piernas, el émbolo de hueso del fémur engarzado en la pelvis, con su fortaleza de osamenta primitiva, la base que se aposenta la columna vertebral. Quiero vivir a pie, vivir a mano, vivir a lápiz, vivir a mi aire, a lo que salte, al aire que mueve mí cuerpo al desplazarse, como las brazadas de los nadadores, a lo que salta y lo que aparece a cada momento delante de mí. Quiero no salir de mi asombro. Quiero dejar a un lado o en suspenso lo que soy y lo que llevo conmigo y volcarme más bien en lo que llega y en lo que voy encontrándome, como esos personajes de los cuentos antiguos que no tienen pasado ni otra biografía que la de sus encuentros por los caminos, la gente con la que conversan, lo que escuchan furtivamente cuando se para a descansar y les llega una conversación  en una mesa contigua, al otro lado de la puerta. Quiero ir con una ropa ligera y suficiente y con las manos en los bolsillos, y a ratos oscilando al ritmo binario de la caminata. Quiero buenos bolsillos en los que quepa lo que voy encontrando, alguno lo bastante holgado para llevar en él un libro; u libro ligero, desde luego, de bolsillo, que no pese mucho, que se deje leer a ratos y rachas, que pueda leerse de  principio a fin también a saltos, al azar, a salto de mata. Quiero sentirme instalado en el tiempo como en un paisaje anchuroso que no tengo ninguna urgencia por atravesar, aunque disfrute mucho caminando rápido.

Vive en la Isla donde las cosas Son Invisibles. Recuerdo los caminos del campo holandés, a las afueras de Ámsterdam, la tierra plana y el cielo atlántico dilatando el espacio sin hacerlo opresivo ni ajeno. Quiero tener mi cuarto, con mis papeles, mi música, mis cuadernos, mis fotos, mis tarros y estuches de lápices, la ventana muy ancha por la que entre todo el día una luz pálida, el sillón con escabel donde me siento a leer con una vista del cielo sobre las terrazas de Madrid. Pero me gusta llevar mi cuarto conmigo, como un escribano ambulante, y poder instalarme en cualquier momento en cualquier sitio. Quiero quedarme en un café  mirando por la ventana y leyendo el periódico o no haciendo nada más fijarme en la gente que pasa, prestar atención a las conversaciones cerca de mí. Quiero sacar mi cuaderno y mi lápiz en la mesa corrida de una biblioteca pública o en el restaurante  en el que como solo y aprovecho la espera para hacer una anotación rápida, el borrador de algo que no quiero que se me olvide, el apunte verbal de una cara que me atrae en una mesa cercana. Me gusta el silencio en mi cuarto y el rumor de la gente a mí alrededor en las bibliotecas y en los cafés.


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