martes, 16 de mayo de 2017

el don de la batalla



María Luisa Mora Alameda
Poesía del libro “El don de la batalla

Nada que decir

No tengo nada que decir.
Se ha agotado
el tema de mi vida.
Dejo mi pluma en un mundo diminuto
y sigo
mi andadura gris hacia lo alto.

Me despido de todos.
Asciendo por las ramas de los árboles
y abandono esta tierra.
Olvido en un barranco
la carne que me queda
y quedo,
dulce, tranquila,
aguardando a que llegue el día de mi juicio.

Me despojo
de la contaminación de mis sentidos.
Abandono
mi lengua vernácula en la hoguera
a la que va a parar todo lo inútil.
Y aguardo,
con la imperturbable esperanza
de la roca, a que llegue ese día
en que toda la belleza me fecunde.
                                   Página 78
*


Salvación

Hubiéramos deseado
una infancia distinta,
una mano más blanca que la luna.
Pero nos ha tocado la cabeza
la irremediable sombra
que azota, con su sed, nuestros anhelos.

Qué pecado hubimos
de cometer. Aún nos duele
el recuerdo de esa vida
en la que nunca
solíamos beber el dulce néctar
de los besos
ni tocaban, los ojos,
los rayos tibios de amor.

Tal vez, por eso, ahora padecemos
este dolor que asciende a nuestra alma
como serpiente cruel.

No todos os salvasteis
de su huella indolente
pero yo sí que lo he hecho,
a pesar de esta carga
que parece pesada y dolorosa.
                                  Página 13

*



Herencia

¿Cómo pasar de largo
por la vivida luz de tu existencia
olvidando todo aquello
que formara parte de su vida?

Sería traicionar la que tú eres,
hacer del paso firme sólo sombra
que no sabe llevarte
adonde vas.

¿Cómo pasar de largo
no enseñando nunca
la primera experiencia de tu beso?

Solo, por eso, dejas
como único legado
un pájaro que canta,
una lluvia que te empapa la cabeza.

                                    Página 39
*



Hago los honores a: 
María Luisa Mora Alameda,


simplemente  gracias por haberte 
conocido en FB.

La poesía me distrae, me entretiene y acompaña siempre, en ella profundizo, afloro sentimientos y me aíllo de mis males, a mis setenta y cuatro años y viviendo con una ELA de dieciséis, es mi válvula de escape. Josep 

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